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La audacia
TUTORÍAS CON SENTIDO PARA TODOS LOS CICLOS EDUCATIVOS
Igual que es imposible sobrevivir sin ser prudente, la vida no tendría emoción ni evolucionaría si no existiera la audacia. Es como la sal de la comida, la vainilla de un pastel, ese pellizco que da alegría y sabor a la vida. Ser audaz es más que atreverse y demostrar que se es un gallito. Es atreverse a ser lo que puedes llegar a ser, a intentar algo con la confianza de que, aunque te caigas, al final serás capaz. Muchas personas piensan que la audacia es cosa de atrevidos que no tienen nada que perder o que aman el riesgo por el riesgo: los deportes de aventura, los negocios o salir a cantar ante todos sin vergüenza. Algo de verdad hay, pero la audacia, como valentía, es mucho más. Es algo que tienen las personas que no temen intentar hacer realidad sus sueños o algo en lo que creen con pasión. Ser audaz tiene un aspecto positivo y uno negativo. El negativo es el de la persona que no conoce sus límites, que no se da cuenta de los riesgos vitales que corre y no respeta a nada ni a nadie. A eso se le llama temeridad. Sin embargo, hay una audacia positiva, que es más mental y es esa fuerza interior que hará que te ilumines y demuestres al mundo lo mucho que vales. Es esa vocecita que te susurra: “Adelante, tú puedes”. Fíjate: si lo dice para responder a una provocación, no la escuches. Si viene de más adentro y tu prudencia te da el visto bueno, entonces hazle caso. Y si piensas que jamás serás audaz, que no eres ese tipo de persona, piensa que todos podemos ser audaces. Date cuenta de que el miedo es un gran freno si domina tu mente. Acepta que todo en la vida no puede ser perfecto ni salir a la primera, y que aprender es cometer errores y aprender de ellos Si asumes eso, irás arriesgándote (sin ponerte nunca en peligro, claro) y dará sus frutos. Y los frutos de la audacia son brillantes y jugosos como ninguno. ¿Y cómo distinguir la audacia buena de la mala? Pues apelando a la razón. Si sabes que no va a tener consecuencias
graves, si merece la pena por lo bueno que traería, si es “de ley”, algo que alguien tendría que hacer, decir o defender..., es el momento de ser audaz. En el fondo todos sabemos cuándo algo está bien o mal o cuándo actuamos por rutina, sin ganas de superarnos. Todos tenemos iniciativas que acallamos porque dan miedo, o pereza o vergüenza o creemos que no saldrán bien… pero que valdría la pena intentar. Las cosas más espectaculares (ese golazo o la medalla de oro olímpica, una declaración de amor, una victoria o una tecnología innovadora) son fruto de la audacia, de esforzarse al máximo e ir más allá del lugar al que va la gente corriente. ¿Quieres ir? ¿Y cómo entrenarte para ser más audaz? Pues antes que nada, buscando algo que te entusiasme y por lo que las horas no pasen, que te emocione tanto que no importe dedicarle tiempo y energía e intentar mejorar hasta el infinito y más allá. ¿Sabes qué podría ser? Una afición o incluso una idea… Cuando la domines, no te costará pasar de nivel, ni equivocarte y repetir, y comprobarás de lo que eres capaz. Lo bueno que tiene ser audaz es que es contagioso. El entusiasmo, creer en algo o defender lo que es justo tiene un color especial que todo el mundo ve. A todos les gustaría ser así, por lo que muchos te seguirán… o quizás seas tú quien se contagie y siga a alguien que lo ha conseguido. Y finalmente, no olvides el equilibrio. Si echas demasiada sal, la comida no sabe bien. Piensa en grande, piensa bien las cosas, traza un plan y luego, si lo tienes claro (eso era ser prudente), acelera y ve a por todas.
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